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Desterrada en su propia tierra

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Desterrada en su propia tierra

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Las campanas de la iglesia no volvieron a dejar escuchar su voz. La onomatopeya de sus vibrantes y ‘promeseros’ sonidos solo eran reminiscencias de un ayer sin retorno. Después de la desaparición de don Benedicto Jerez, el padre Benja no volvió a aparecer. Lo último que se supo fue que no estaba autorizado por los jerarcas religiosos para dar declaraciones. Ser prudente fue la recomendación. Por las calles del pueblo circulaban, junto con cada habitante, rumores de una supuesta amenaza de los Barrenillos sobre el sacerdote. Dicen que los facinerosos le determinaron el tiempo para abandonar Piedras Negras. El padre Benja se había refugiado en el único lugar donde se consideraba seguro: La Cama de Piedra. En esos días se acrecentaron los comentarios que generaban dudas sobre su legitimidad sacerdotal. Los rumores, como si tuvieran vida propia, cuestionaban que a Piedras Negras jamás había llegado un obispo durante su ministerio y en razón de ello ninguno de los habitantes del pueblo había recibido el segundo sacramento de la Iglesia.

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Línea: Obturación Marca: Referencia: 978-958-732-295-8 Año: Idioma: Español Tipo: fisico Presentación: Blanda No. de páginas: 120 Formato: 13x21

Las campanas de la iglesia no volvieron a dejar escuchar su voz. La onomatopeya de sus vibrantes y ‘promeseros’ sonidos solo eran reminiscencias de un ayer sin retorno. Después de la desaparición de don Benedicto Jerez, el padre Benja no volvió a aparecer. Lo último que se supo fue que no estaba autorizado por los jerarcas religiosos para dar declaraciones. Ser prudente fue la recomendación. Por las calles del pueblo circulaban, junto con cada habitante, rumores de una supuesta amenaza de los Barrenillos sobre el sacerdote. Dicen que los facinerosos le determinaron el tiempo para abandonar Piedras Negras. El padre Benja se había refugiado en el único lugar donde se consideraba seguro: La Cama de Piedra. En esos días se acrecentaron los comentarios que generaban dudas sobre su legitimidad sacerdotal. Los rumores, como si tuvieran vida propia, cuestionaban que a Piedras Negras jamás había llegado un obispo durante su ministerio y en razón de ello ninguno de los habitantes del pueblo había recibido el segundo sacramento de la Iglesia.



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